miércoles, 23 de julio de 2014

Educación Emocional para el bienestar


Desde hace ya algunos años el concepto “educación emocional” cada vez resuena con mayor fuerza en nuestro país.
 Son muchos los profesionales que trabajamos con la infancia y que, conociendo las teorías de expertos en el tema como pueden ser Daniel Goleman o Begoña Ibarrola, comprendemos la necesidad de desarrollar habilidades sociales y emocionales en edades tempranas para contribuir al desarrollo integral de los niños. Esto es porque en los últimos años numerosas investigaciones han demostrado que el desarrollo de la inteligencia emocional en los niños influye positivamente en su salud y en el crecimiento de sus habilidades cognitivas, al mismo tiempo que el estrés perjudica la adquisición y expresión de las habilidades sociales y emocionales, algo que también influye en la capacidad de adaptabilidad de los niños, una habilidad innata que nos permite autocorregirnos y prosperar ante los desafíos.
  Sin embargo, los educadores, psicólogos, pedagogos y demás personas que centramos nuestra actividad laboral en el ámbito educativo y terapéutico somos colaboradores y ayudamos a educar a quienes son las principales figuras de referencia de los niños, es decir, los padres, quienes en muchas casos desconocen el concepto “educación emocional” y su importancia en la fomentación del bienestar en la infancia y una salud mental, afectiva y social sana.
Lo primero que debemos saber para entender en qué consiste la educación emocional y porqué es importante es el concepto de “emoción”. Ésta, conceptualmente, es una reacción que influye positiva o negativamente en nuestro estado de ánimo  y que surge como consecuencia de una situación externa a nosotros, aunque también puede ser provocada por nuestras propias sensaciones internas. Al mismo tiempo, es el motor que empuja a las personas a aprender y a tener nuevas experiencias con nuestro entorno y de todo tipo: sociales, culturales, de relajación, etcétera. Las personas somos seres relacionales y emocionales, ya que continuamente experimentamos todo tipo de emociones y establecemos y mantenemos relaciones afectivas con las personas de nuestro entorno. Pero para poder manejar estas relaciones de una forma adecuada, debemos aprender a entender, nombrar y expresar nuestros sentimientos, así como una serie de habilidades sociales y comunicativas necesarias para saber conducirnos en la vida. Algunas de ellas pueden ser:
-       Defender nuestra opinión, nuestros derechos y poner límites en cuanto a las demás personas, es decir, saber decir NO cuando nos “coaccionan” a hacer algo o cuando recibimos un discurso o una acción hiriente hacia nuestra persona.
-       Sonreír, saludar, presentarse.
-       Ayudar, cooperar y compartir.
-       Unirse a un juego.
-       Expresar y recibir emociones
 Pero, ¿cuándo adquirimos las habilidades básicas para poder establecer relaciones sociales y manejar las emociones que se derivan de la socialización y de una adecuada relación con el entorno? La respuesta es en la infancia. Durante esta etapa los niños, motivados por el vínculo con sus padres, las distintas experiencias lúdicas y de aprendizaje, así como por el proceso de socialización con su entorno y la interiorización de normas y valores, comienzan a experimentar emociones, a sufrir frustraciones, miedos e inseguridades y a construir sus primeras relaciones entre iguales y con adultos. Por tanto, nuestra labor imprescindible como padres, maestros, pedagogos, etcétera, debe consistir, entre otras cosas, en enseñarles a nombrar y a expresar sin miedo y de manera adecuada los sentimientos que se generan en su interior, ya sean “negativas” o “positivas” puesto que son igual de válidos, y a relacionarnos con ellos de forma afectuosa, respetuosa y asertiva, de manera que se sientan seguros, confiados y protegidos, y en el futuro construyan relaciones de la misma manera y sean capaces de  resolver forma sana conflictos internos y externos. Recordad que los niños aprenden con el EJEMPLO.
De esta forma la educación emocional busca y pretende realizar un proceso educativo en los niños y niñas mediante el cual desarrollen su “coeficiente emocional”, como bien dice Daniel Goleman, o inteligencia emocional y con el que adquieran una serie de habilidades que les ayuden a potenciar su desarrollo cognitivo y su bienestar. Son varios los libros que describen estas competencias, pero a mi parecer que las descritas por la organización llamada Colaborative for Academic, Social, and Emotional Learning que centra su labor en el uso del aprendizaje social y emocional como parte de la educación, son muy completas:
-       Autoconciencia y Autogestión: la primera consiste básicamente en saber identificar las emociones, las sensaciones de nuestro cuerpo y mente, los deseos personales y las “fortalezas” de cada uno. En cambio la autogestión se refiere a ser capaces de gestionar y dominar todo lo que percibimos y experimentamos, de tal manera que no nos impida realizar las distintas tareas que llevamos a cabo. El saber establecer objetivos a corto y largo plazo y el desarrollo de nuestra adaptabilidad, es decir, ser capaces de enfrentarnos a los desafíos que puedan aparecer en nuestras vidas.
-       Autoconciencia social: poder identificar y comprender los sentimientos y puntos de vista de las personas que forman parte de nuestro medio. Ser empáticos y saber adoptar las percepciones de otros.
-       Toma de decisiones responsable: las personas formamos parte de un sistema, de una familia por lo que es necesario saber evaluar un problema y las consecuencias para uno mismo y para los demás, de tal manera que podamos tomar decisiones y generar soluciones positivas.
-       Habilidades interpersonales: el saber establecer límites en cuanto a los comportamientos de las personas hacia nosotros y el trabajar en la solución de  los conflictos es algo necesario para poder mantener relaciones sanas y equilibradas con los miembros de nuestro entorno.

Marta Lázare.

Aquí tenéis un enlace a un interesante programa del programa Redes de la 2 sobre educación emocional. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Creando belleza


En el momento de escribir esta entrada estamos  superando en Lugo los 35 días de la huelga de recogida de basuras y parece que los lucenses somos simples espectadores de como las calles de nuestra ciudad se convierten en vertederos. 

Sería interesante reflexionar sobre lo que podríamos hacer los ciudadanos en casos así pero creo que este no es el lugar para ello. De todas formas el ver la ciudad así, cubierta de basura, me recuerda una  práctica bastante sencilla y eficaz de autoayuda que se llama “crear belleza”.

“Crear belleza”, como practica nos ayuda cuando el mundo exterior o interior nos parece demasiado caótico e incluso hostil.  La práctica consiste en  tomarnos un tiempo aunque sea muy breve para crear algo bello o simplemente para apreciar la belleza que puede estar a nuestro alrededor.

Es sencillo y no necesitamos ser un Da Vinci ni un Picasso. Simplemente entrar en un estado en el que podamos sentir la belleza, y desde ahí  realizar algún acto simple, como cambiar algún objeto de sitio para que quede más armónico, hacer alguna foto,  algún dibujo,  algún movimiento del cuerpo, etc. No tienen por qué ser grandes cosas, pero lo interesante es hacerlo con constancia, durante varios días hasta que podamos sentir que en un cierto nivel tenemos esa capacidad de crear o sentir la belleza; y que realmente tenemos poder para cambiar la forma en que percibimos el mundo.